Columna de Opinión: Manfred Max-Neef: un gran hombre y gran amigo



agosto 16, 2019

Por Felix Fuders, Director del Instituto de Economía, Facultad Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Austral de Chile (UACh).

Un gran hombre no es aquel a quien sirven muchos, sino uno que sirve a muchos. La mejor forma de servir a muchos, es empleando sus talentos. Entender de que el sentido de la vida no es ganar la mayor cantidad de dinero en cualquier oficio, sino trabajar en un oficio en el cual uno puede de la mejor forma aportar al mundo. Quizás podríamos considerar esto incluso como parte de la ley máximo, el mandamiento trascendental del amar al prójimo (Mateo 22:37-40), lo que Kant llamó el “imperativo categórico” (Kant, 1868: 192). La mejor forma de aportar al mundo es cuando cada uno usamos nuestros talentos, (1 Pedro 4:10), y sobre todo para hacer el bien. Estoy convencido de que todos tenemos una tarea especial en la vida, una tarea por la cual estamos aquí en la tierra. Recordemos a Platón que ya filosofó sobre esto, exhortando de que cada uno debe hacer lo suyo (Platón, 400 a.D./ 2011: 332 ff.). Así conformamos el gran puzle de amor, en cual cada uno somos una pieza. Si de lo contrario no empleamos nuestros talentos, el puzle nunca será completo (Fuders, 2017). Es probablemente justo esto a lo que Manfred se refería cuando solía despedir a los alumnos en numerosas celebraciones de entrega de títulos con la frase: “hagan lo que deben hacer”.

Manfred hizo lo que él debía hacer la mayor parte de su vida. Me contó que cuando recién había comenzado su carrera en la empresa Shell escuchando a una sinfonía de Brahms, sucedió un incidente casi místico: le llegó el entendimiento descrito arriba de que el sentido de la vida no es la crematística, es decir, el afán de ganar dinero como fin en sí –lo que ya Aristóteles (350 a.D./1995) criticó severamente– sino servir al mundo, al bien común haciendo lo “suyo”. Cuenta que fue desde ese momento que dejó su trabajo en la empresa multinacional y empezó a combinar su don para la música con la teoría económica, dándole “melodía a la economía”.Manfred fue fiel a este ideal el resto de su vida. Hizo lo que debía hacer. Con sus teorías sin lugar a duda sirvió y seguirá sirviendo al bien común, al mundo.

Su teoría de mayor impacto en mi opinión es la teoría del “Desarrollo a Escala Humana” (Max-Neef et al. 1991). Por primera vez esta teoría define el desarrollo en base de una matriz de necesidades humanas fundamentales. En contra a la visión hegemónica donde “cuanto más mejor” es uno de los supuestos sobre las preferencias del consumidor, en la teoría del Desarrollo a Escala Humana las necesidades son finitas y las mismas en todo el mundo y cultura. Lo que cambia de cultura a cultura es la forma cómo satisfacerlos. Esto es espectacular. Desarrollo no se define por la existencia de algunos artefactos o circunstancias arbitrariamente escogidos como indicador del desarrollo, sino del grado de satisfacción de necesidades. Desarrollo es, por lo tanto, cualitativo y no cuantitativo, subjetivo y no objetivo. En el primer momento cuando conocí esta teoría en 2010 me surgió la idea de que se podría usar para construir un índice para medir el desarrollo endógeno de una región. Un índice que mide la percepción subjetiva de la satisfacción de las necesidades fundamentales. Un índice que cuantifica de lo cualitativo. Podríamos llamar ese índice el “Índice de Desarrollo a Escala Humana” (Fuders 2015; Fuders et al. 2016).

Pero Manfred no solo fue un gran hombre que con sus ideas sirve y seguirá sirviendo al mundo, sino también un gran amigo. Recién arribado en Valdivia con mi Familia él me hizo sentir acogido. Manfred (al igual que Chile) me abrieron las puertas de su casa de una forma extraordinaria, solo algunos días después de haberme conocido y desde ahí se formó una profunda, sincera y bonita amistad. Fue esta amistad que me hizo sentir en casa aún tan lejos de mi patria (Alemania). Ahora siento un gran vacío. Con Manfred se me fue un guía, un colega, un gran amigo. Me siento privilegiado de haber conocido a Manfred, no solo por su legado académico, sino por su personalidad extraordinaria que lo caracterizaba.

Felix Fuders, agosto 2019